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Imagínate un mundo donde una simple infección pueda ser mortal. Suena alarmante, pero es una realidad cada vez más cercana. La resistencia a los antibióticos se perfila como una de las mayores amenazas para la salud global y ya causa alrededor de 700.000 muertes al año según los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sin estrategias efectivas para frenar esta crisis, podría convertirse en la principal causa de fallecimiento en 2050, superando a las enfermedades cardiovasculares, con hasta 10 millones de muertes anuales.
Durante casi un siglo, los antibióticos han sido nuestra mejor defensa contra las infecciones, pero su efectividad está disminuyendo, llevándonos hacia una crisis sanitaria de gran escala.
La resistencia a los antibióticos es la capacidad de las bacterias para sobrevivir y multiplicarse a pesar de la presencia de antibióticos. Esta resistencia puede ser natural o adquirida. La resistencia natural es una defensa genética que algunas bacterias tienen desde antes de la existencia de los antibióticos, debido a sus características inherentes. En cambio, la resistencia adquirida ocurre cuando una bacteria inicialmente susceptible desarrolla mecanismos para evitar el efecto del antibiótico. Este tipo de resistencia es el más común y está estrechamente relacionado con el uso excesivo e inadecuado de antibióticos.
La resistencia adquirida surge debido a la presión selectiva que ejercen los antibióticos sobre las bacterias. Este proceso evolutivo favorece la supervivencia y proliferación de microorganismos con ventajas adaptativas en un entorno determinado. En el caso de la resistencia a los antibióticos, el uso inadecuado de estos fármacos crea un escenario donde las bacterias pueden mutar a través de cambios genéticos haciéndolas capaces de sobrevivir y multiplicarse, propagando la resistencia de manera acelerada. La resistencia no significa que los antibióticos hayan perdido completamente su eficacia, sino que las bacterias responsables de las infecciones han dejado de ser susceptibles a su acción. No se trata de la aparición de nuevas bacterias, sino de una adaptación de las especies previamente tratables que ahora han desarrollado mecanismos para eludir los efectos de los medicamentos, incluso de varios antibióticos al mismo tiempo. A estas bacterias con capacidad de resistencia a múltiples fármacos se les conoce con el nombre de superbacterias.
Se conocen como infecciones resistentes aquellas causadas por estas bacterias, siendo más difíciles, e incluso imposibles, de tratar. Esto ha provocado un aumento en el número de infecciones, como neumonía, tuberculosis, gonorrea y salmonelosis, cuyo tratamiento se está volviendo cada vez más complejo.
Pese a ser un proceso natural, el indebido consumo de los antibióticos desde su descubrimiento ha generado una fuerte presión selectiva, favoreciendo la proliferación de bacterias resistentes. Cuando los antibióticos se usan en exceso o de manera inadecuada, las bacterias sensibles mueren, pero aquellas con mecanismos de resistencia sobreviven y se multiplican. Este problema es impulsado por la automedicación, el abandono de tratamientos, el uso innecesario en infecciones virales y la administración indiscriminada en la ganadería. Para frenar la resistencia, es crucial el uso responsable de los antibióticos evitando el uso innecesario, la automedicación y el abandono del tratamiento. También se requiere reducir su uso en la ganadería y fomentar el desarrollo de nuevas terapias. Sin medidas efectivas, la resistencia a los antibióticos seguirá aumentando, poniendo en riesgo la efectividad de los tratamientos y la salud pública global.
Aunque la resistencia a los antibióticos no es una pandemia en el sentido estricto, podría convertirse en una crisis silenciosa». A diferencia de pandemias virales como la COVID-19, esta crisis no ha generado una respuesta inmediata y visible, pero la propagación de superbacterias resistentes a múltiples antibióticos podría tener consecuencias devastadoras. El tratamiento de infecciones comunes como neumonía, infecciones urinarias o tuberculosis podrían convertirse en amenazas mortales, superando la capacidad de respuesta de los sistemas de salud. Además, la falta de desarrollo de nuevos antibióticos agrava el problema, poniendo en riesgo procedimientos médicos esenciales como cirugías, trasplantes y tratamientos contra el cáncer.
Danilo Lo Fo Wong, Regional Adviser Control of Antimicrobial Resistance de la OMS, asegura que: “A menos que empecemos a tomar medidas significativas para mejorar la prevención de las infecciones y también para cambiar cómo producimos, prescribimos y usamos los antibióticos, el mundo perderá esos avances de salud pública global. Y las implicaciones que eso tendrá serán devastadoras”.
Como hemos expuesto anteriormente, el excesivo uso de antibióticos es uno de los principales motivos de la resistencia a estos fármacos. Estas son las prácticas que aumentan el riesgo, al que están expuestos tanto humanos como animales.
Se pueden adoptar medidas en todos los niveles de la sociedad para reducir el impacto de este fenómeno y limitar su propagación.
El sector salud tiene un papel crucial en el desarrollo de nuevos antibióticos, vacunas y diagnósticos. Apoyar la innovación científica es fundamental para asegurar que tengamos opciones terapéuticas disponibles y para mantenernos por delante de la evolución de las bacterias resistentes.
Es urgente que los gobiernos, los profesionales de salud y la industria trabajen de manera conjunta para mitigar este problema. A través de la inversión en investigación, políticas públicas y mejores prácticas, podemos evitar que la resistencia bacteriana se convierta en una crisis sanitaria mundial.
ARQUIMEA Research Center, el centro de investigación de ARQUIMEA ubicado en las Islas Canarias, tiene un orbital dedicado a la biotecnología.
ARQUIMEA Research Center trabaja en el desarrollo de soluciones biológicas para enfrentar problemas globales. Nos centramos en la búsqueda de fármacos innovadores utilizando bacterias extremófilas, microorganismos que habitan en ambientes extremos. Al explorar estos organismos, descubrimos nuevas sustancias con un alto potencial terapéutico para el tratamiento de diversas enfermedades, contribuyendo así al avance de la medicina y la lucha contra la resistencia bacteriana.
Además, todos los proyectos de ARQUIMEA Research Center pertenecen a los proyectos de QCIRCLE, financiado por la Unión Europea con la finalidad de crear un centro de excelencia científica España.